Aunque Pedrito Jaramillo es demasiado popular, poco pero muy poco se sabe de su historia. Dicen que nació cerca de esta ciudad de Guadalajara; muy probablemente allá por el año de 1829. Y su familia era extremadamente pobre. Siendo un jovencito, montaba un caballo al galope por un llano, cuando de pronto, al pasar por una mezquitera, se le cruzó de improviso una rama en su camino, y le golpeó tan fuerte en la cara que lo derribó del caballo, quedándo inconsciente y tirado en el suelo.
Cuando despertó, el caballo ya no estaba. Sentía todo el cuerpo magullado, pero lo que más le dolía era la nariz. El dolor era terrible. Lo único que se le ocurrió fue ir a un arroyo cercano y cubrirse la nariz con lodo. Aquello pareció refrescarle y amortiguar su dolor, así que repitió la cura por tres días seguidos. Al tercer día, estando dormido, escuchó la voz de Dios, quien le decía que a partir de ese día le concedía el don de sanar a las personas.
Nadie sabe cuando comenzó a utilizar Pedrito de aquellos poderes divinos, lo cierto es que cuando ya tenía 52 años, su madre enfermó gravemente. Pedirto hizo todo lo que pudo por sanarla, incluso le prometió a Dios que si su madre sanaba, él se quedaría ahí para cuidarla siempre. Pero esta vez Dios no lo escuchó.
La madre de Pedrito murió y al día siguiente tomó su itacate, su cobija, se caló el sombrero, llenó el bule de agua fresca del pozo y se fue rumbo al norte. Lo más lejos posible de su terruño, como si al irse lejos, las penas que quedaran en casa.
¿Cuánto tardó Pedrito en llegar a su nuevo destino?, ¿Porqué se fue tan lejos, tan lejos, tan lejos, hasta ese terregoso lugar llamado Falfurrias, incrustado en el territorio, recién entregado por Santana a los gringos, de Texas? Nadie sabe nada, porque Pedrito no era de esas gentes que andan contando aquí y allá sus cosas. Dicen que llegó a Falfurrias porque allí tenía un primo que vendía aguardiente, y como Pedrito había trabajado hacía años con él, se le hizo fácil buscar en su primo un poco de apoyo. Pero vaya usted a saber.
Y comenzó en Texas a curar; sin duda ya lo hacía desde su pueblito de origen, pero no hay registros de estos ejercicios; realmente su fama se inició un poco más allá de la frontera. Comenzó curando a los mexicanos que por allá radicaban.
Sus remedios eran muy sencillos y fuera de lo común tratándose de un curandero: recetaba tres tazas de agua, tres baños tibios; o un huevo crudo cada mañana durante nueve mañanas sucesivas. Porciones o tomas de tres y nueve, como si estos números algo significaran.
Descubría las mentiras y detectaba los malos corazones. Con él no se jugaba. Quien se le acercaba ya sabía que debía de hacerlo con honestidad y humildad; ya que reprendía a los soberbios y desenmascaraba las mentiras. Más valía no pretender engañarlo.
Cuentan que Don Pedrito no requería de explicaciones de parte del enfermo, él todo lo adivinaba. Atendía a los viajeros que por ahí pasaban y ellos se encargaron de regar su fama a través de las fronteras. Se volvió el curandero de fe, lleno de amor y simpatía que a todo mundo atendía sin cobrar absolutamente nada, pero la gente depositaba ofrendas, que él realmente ni necesitaba para sí, ya que había alguien que a diario se encargaba de alimentarlo.
Comenzó a viajar por pueblos y rancherías, yendo a curar a todos los que no podían acercarse a su casa. Se dice que cada que volvía a su humilde vivienda, cientos de personas lo esperaban.
En 1890 hubo una gran sequía y el hambre asoló la región. Fue entonces cuando Don Pedrito tomó el dinero de las ofrendas con el cual contrató un cocinero y una criada, compró una buena cantidad de maíz, frijol y café y alimentó a las muchedumbres. Su bondad y sus dones le concedieron la fama de santo.
También socorrió mucho a los pobres con las donaciones y ayudó a bastantes iglesias del área. Y aunque nunca se casó, jamás estuvo solo, adoptó a dos muchachos pobres que por doquiera lo acompañaban. Murió el 3 de julio de 1907, y fue enterrado en el viejo cementerio del rancho cerca de Falfurrias. Junto a su cama se encontraron como $ 5,000 dólares en monedas de cincuenta centavos, fruto de los donativos que le llegaban.
La mayoría de ellos estaban aún en cartas cerradas.
Hoy en día hay una capilla en su honor, llena de agradecimientos por tantos milagros. La gente va de todas partes a buscarlo, a visitar su tumba a rezar en su templo. La encargada de mantener la capilla dice que unas 50 mil personas visitan anualmente el lugar, procedentes de México, Illinois, California, Texas y muchos otros lados.
Y aunque Pedrito es muy venerado, oficialmente no es reconocido como un santo.
Fuente :
Domi Bañuelos Cid
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