Leyendas que cuentan
En la medianía del siglo XVIII, San Juan de los Lagos era un pueblo pequeño que había ganado fama por la Virgen de la Purísima Concepción, pues ahí se veneraba.
Llegó a ser tan importante que, al inicio de esa centuria, se le estaba construyendo un nuevo santuario de dimensiones catedralicias, era el tercer hogar de la Virgen. Nuestra historia comienza en ese contexto.
Corría el año de 1741, la obra tenía
nueve de avance. En ella se daban cita decenas de trabajadores de distintas partes del virreinato. Particularmente, los indígenas del pueblo contiguo de Mezquitic tuvieron una alta participación. Fungían como arrieros, llevando la cantera a la obra y algunos de ellos se fueron especializando en labrar la piedra.
Para estos indígenas, seguramente,
y para todos los trabajadores, la obra era escenario de hechos tan maravillosos que solo la Virgen de San Juan podía ser su artífice. Entre cada golpe de martillo era común que los trabajadores comentaran los accidentes que alguno de sus compañeros había sorteado de
forma milagrosa.
Después de algunos meses de trabajo los canteros tenían las piedras suficientes para construir el muro exterior del templo, el que daba al este. Les tocaba a los albañiles pegarlas. Fueron dos los encargados de esta labor, Juan
Magdaleno y Diego Bautista, ambos del pueblo de Mezquitic. El primer día lograron poner la primera línea de sillería, más de 30 piedras que recorrían lo largo del trazado del templo.
Al día siguiente llegaron muy temprano a la obra, su objetivo era terminar de pegar otra línea de piedra. Fueron recibidos por el capellán Francisco del Río quien esbozaba una sonrisa.
Les agradeció su trabajo y esfuerzo
pues consideraba que habían logrado algo sobrehumano, “pegar una línea y media de piedra, es un avance increíble”.
Los indígenas se voltearon a ver sorprendidos,pero no dijeron una palabra. Mañana tras mañana Juan Magdaleno contaba las piedras pegadas y Diego Bautista las que ellos habían dejado.
El muro crecía durante la noche
milagrosamente sin utilizarse las piedras labradas. Por lo que no les quedó de otra más que contarle al capellán.
Después de algunas semanas de investigación, don Francisco del Río, como encargado de la obra, dio un aviso importante al pueblo de San Juan de los Lagos.
No había duda, dijo: “los ángeles fueron enviados por Nuestra Señora para auxiliarnos en esta honrosa tarea,debéis poner el mayor empeño en terminar tan majestuoso templo en honor de la Sanjuanita”.
Así, generación tras generación, se
pasaba la voz, “Los ángeles construyeron el santuario de la Virgen de San Juan"
Fuente:
Omar López Padilla
Comentarios
Publicar un comentario